Desde muy chico, cuando jugaba en las inferiores de Newell's Old Boys, Facundo Hernán Quiroga intentaba imitar a uno de sus dos ídolos: Oscar Ruggeri, rústico defensor central. Para ello, Quiroga se entrenaba diariamente con el único objetivo de ser reconocido como el "Cabezón" lo fue en su momento. Intentaba imitar su estilo de juego, su forma de marcar y de cabecear, su autoridad adentro de la cancha. Hasta ensayaba las mejores patadas que Ruggeri le había aplicado a sus rivales.
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Días y noches enteras trabajó el actual jugador de Huracán para poder desarrollar la técnica a la perfección. Poco a poco fue progresando hasta que se sintió capacitado para llevar su nuevo truco al campo de juego. Fue en un partido oficial, cuando el marcador central jugaba en River, el 28 de septiembre de 2008. En ese encuentro, el conjunto de Nuñez empató 3-3 frente a Racing en el Monumental. Quiroga pasó a la historia por el gol que marcó. Su gran pirueta salió casi a la perfección. Faltó un detalle para que sea 10 puntos: que el tanto se le convalidase a River y no al equipo de Avellaneda. Un verdadero golazo en contra
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